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EP. 4 MI COCHE Y YO. Amor a moverte sobre ruedas



Fijaros si me gustaba conducir, que todo lo que fuera moverme sobre ruedas y circular tenía prioridad, era un marcado entretenimiento sin igual a ninguna otra cosa, ni la misma televisión, ni los amigos del barrio llamándome para jugar al "rescate".

Cuando aprendí a montar en bici, me convertí en alguien mucho más feliz. Aprendí de todo, sobre todo a cuidar mi espalda, pues la calle en la que aprendí era una calle estrecha,llena de coches aparcados a ambos lados y, cada vez que venía un coche, había que "oirle" bien.




Porque entonces los espejos retrovisores laterales, hasta en los mismos coches eran una "cosa ausente", no existían, yo diría que hasta eran algo "futurista" porque, los espejos retrovisores en los coches, en los 60 estaban ubicados solamente en el interior del coche, donde posteriormente han permanecido siempre, en lo alto y al centro del parabrisas. Cuando llegaron los laterales, alucinábamos...


Total, que rodar era algo mágico, desplazarse así, tan rápido, era como cabalgar en las nubes y llegar enseguida allí donde querías...

Conducir en bici me facilitó mi primer contacto con el mundo de la circulación, con esa gran comunidad que eran "los circulantes", los conductores, aquellos que iban por la calzada y no por la acera.

Resultó ser una comunidad de individuos un tanto uraña, descuidada, peligrosa, incívica en ocasiones y un poco egoísta. Siempre me pregunté el porqué del mar humor dentro del coche. Ya te descubriré más adelante cual es mi parecer al respecto. Ir en bici era peligroso, pero yo no me daba cuenta y me lancé fuera de la ciudad.

Entonces el extrarradio madrileño era simple, rural, sin autopistas, ni rotondas, de cruces simples, con pocos coches. Y por lo tanto, se podía circular en bici, por el arcén, sin mucho problema.



Yo, con 12 años, tras haber circulado por cada rincón callejero de mi barrio y barrios aledaños, decidí "viajar". Y viajar era irme al rio Jarama, sí, más allá del pueblo de Barajas, que antes era un pueblecito  que podías cruzar en un par de minutos.





Pero aprendí mucho sobre la circulación, sobre todo a ir "pegadito" en mi lado del arcén, sin sobrepasar la línea...Aprendí que en toda ocasión, me adelantaban coches, y que, más tarde ya conduciendo coches, el carril era "sagrado", respetar tu carril y el de los demás era cuestión de "vida o muerte"; siempre, siempre, había otro coche en el carril de al lado, por tanto, siempre, siempre, para cambiar de carril, había que mirar antes. Eso me enseñó la bici, de viaje al río Jarama a bañarme y comerme el bocata que llevaba en el transportín.



Y siempre circulaba, claro, a velocidad inferior, ¡iba en bicicleta!, así que todo el tráfico rodado me sobrepasaba continuamente. Esa fue una manera de aprender a controlar e tráfico que circulaba a mi espalda, siempre presente, siempre amenazante, siempre cerca, o aproximándose... Hasta llegué a poner un retrovisor en mi bici.






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